Decidir.
Hola, ¿cómo están? Esta semana estuve muy "pensativa" podríamos decir, así que escribí algo para publicarles.
Hay veces que sentimos que no damos más, pueden ser unas horas, tal vez un sólo día, o muchos. Pero son esos momentos en que sentimos que nos desarmamos por dentro, como si un pozo de esos que encontramos en el cemento se hubiese ubicado justo en el medio de nuestra alma y cada cosa que pensamos, hacemos o decimos cae ahí. La inseguridad se apodera de nuestro ser una vez más y deseamos retroceder el tiempo, volver a cuando nuestro mayor problema era que lloviera porque no íbamos a poder salir a jugar. Y ahí están de nuevo, las lágrimas que hacen que nuestra vista se nuble. El pozo se inunda y eso hace que lo que está en el fondo comience a flotar, cuando todo está arriba tenemos dos opciones: llorar un poquito más para que rebalse y puedan salir, o parar y dejar todo ahí para que vuelva a hundirse cuando el agua se vaya. Es muy difícil decidir, si nos deshacemos de esa basura sin dudas nos vamos a sentir mejor pero, ¿si no queremos que se vaya?. Porque ahí encontramos muchísimas cosas, recuerdos que nos duelen todos los días (pero capaz nos dolería más no tenerlos), aromas que sentimos alguna vez (y que cada vez que vuelven, nos recuerdan algo o alguien), paisajes que se quedaron para siempre, canciones que nos parte el alma escuchar, pero que no sabemos que haríamos en los momentos que anhelamos traer algún momento especial para darnos un empujón y seguir adelante. También están las personas que prometieron quedarse y se fueron sin avisar, las que fueron "de paso" y que dejaron una huella enorme y las que llegaron sin avisar para quedarse siempre y recordarte que "todo va a estar bien".
Y ahí seguimos, en ese ciclo de decisiones tan difíciles que se nos presentan todos los días. Pero lo más más más más importante que hay que decidir es con quién afrontarlas, si con los que se fueron sin avisar, los que están de paso, o los que todos los días nos recuerdan que de todas podemos salir.
Hay veces que sentimos que no damos más, pueden ser unas horas, tal vez un sólo día, o muchos. Pero son esos momentos en que sentimos que nos desarmamos por dentro, como si un pozo de esos que encontramos en el cemento se hubiese ubicado justo en el medio de nuestra alma y cada cosa que pensamos, hacemos o decimos cae ahí. La inseguridad se apodera de nuestro ser una vez más y deseamos retroceder el tiempo, volver a cuando nuestro mayor problema era que lloviera porque no íbamos a poder salir a jugar. Y ahí están de nuevo, las lágrimas que hacen que nuestra vista se nuble. El pozo se inunda y eso hace que lo que está en el fondo comience a flotar, cuando todo está arriba tenemos dos opciones: llorar un poquito más para que rebalse y puedan salir, o parar y dejar todo ahí para que vuelva a hundirse cuando el agua se vaya. Es muy difícil decidir, si nos deshacemos de esa basura sin dudas nos vamos a sentir mejor pero, ¿si no queremos que se vaya?. Porque ahí encontramos muchísimas cosas, recuerdos que nos duelen todos los días (pero capaz nos dolería más no tenerlos), aromas que sentimos alguna vez (y que cada vez que vuelven, nos recuerdan algo o alguien), paisajes que se quedaron para siempre, canciones que nos parte el alma escuchar, pero que no sabemos que haríamos en los momentos que anhelamos traer algún momento especial para darnos un empujón y seguir adelante. También están las personas que prometieron quedarse y se fueron sin avisar, las que fueron "de paso" y que dejaron una huella enorme y las que llegaron sin avisar para quedarse siempre y recordarte que "todo va a estar bien".
Y ahí seguimos, en ese ciclo de decisiones tan difíciles que se nos presentan todos los días. Pero lo más más más más importante que hay que decidir es con quién afrontarlas, si con los que se fueron sin avisar, los que están de paso, o los que todos los días nos recuerdan que de todas podemos salir.
Gracias por estar,
-Agus.
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